Por: Elvira Patricia Mieles B.

Ya la canción de Shakira lleva una semana y durante los primeros días fue el tema de conversación recurrente en todas las reuniones.

Ahora dicen que las mujeres no lloran, las mujeres facturan. Y sí, afortunadamente la brecha se ha ido cerrando y actualmente hay más mujeres que facturan que hace veinte años. Sin embargo, la brecha sigue siendo amplia.

No critico, ni la canción ni a Shakira, porque esa fue su manera de exorcizar los demonios que crecieron y que necesitaba expulsar. Bien por ella que tiene la capacidad de monetizar una desventura y, aunque creo que el dolor por el que pasó fue muy grande, tuvo la valentía de dejar salir todo eso e incluso, hacer que otras mujeres se sintieran conectadas con ella. Reitero, bien por ella.

No obstante, es necesario dejar claro que no todas las mujeres facturan. En Latinoamérica, históricamente el desempleo ha impactado más a las mujeres y luego de la pandemia esto se ha evidenciado crudamente.

Además, aunque nos parezca increíble, todavía en pleno siglo XXI, la brecha salarial es una realidad. De acuerdo con el estudio realizado por la Federación Colombiana de Gestión Humana (Acrip) sobre salarios y beneficios en el país en febrero de 2022, un hombre en alta gerencia devengaba 36% más que una mujer en el mismo cargo. Parece una falacia; pero es la realidad. Esta brecha persiste, tanto en la participación laboral como en los ingresos, y se evidencia en mayor medida en las mujeres con menor ingreso y menor nivel educativo.

Por esta razón, la cifra de mujeres que siguen soportando humillaciones, infidelidades, acoso y violencias es elevada. Pensar en dejar la casa en la que convive con el agresor, por ejemplo, se vuelve un tormento. Constantemente, recibo llamadas de mujeres que sufren de violencias psicológica y económica cuya autoestima está afectada; no cuentan con el apoyo de un familiar o un amigo, tienen uno o más hijos que cuidar y no reciben sueldo porque el trabajo que realizan en sus casas no es remunerado y ni siquiera reconocido. Esas mujeres no facturan, lloran.

Están, también, esas mujeres que han sufrido, además, violencia física. Cuando finalmente deciden denunciar continúan con la lucha para que el agresor cumpla con la cuota alimentaria y si este no cumple, son ellas las que tienen que asumir todas las cargas. Como no tienen dinero para pagar un abogado que lleve su caso, se encargan ellas mismas de un asunto que en sus manos puede durar muchos años porque los organismos del Estado las revictimizan.

Otras tienen una condición de salud que requiere de cuidado, razón por la cual también han perdido sus trabajos y, para completar, tienen hijos con discapacidad. Como no tienen dinero para pagar un cuidador deben permanecer en sus casas cuidándolos, haciendo un trabajo que, aunque hacen con amor, no es remunerado.

Todavía falta mucho para que las mujeres reciban el pago justo. En el campo, las recolectoras de café ganan 50% menos que los hombres solo por ser mujeres.

Para las que facturan, es importante que conozcan la realidad de otras mujeres. No todas tienen las mismas oportunidades y muchas deben abandonar sus sueños porque deben dedicarse a labores del hogar o de cuidado por las cuales no reciben retribución.

Sé que algunas de las que lean esto dirán: “es que uno es pobre porque quiere” y realmente nadie es pobre porque quiere. Las oportunidades que han tenido algunas personas, otras ni siquiera saben que existen.

Así que no. No todas las mujeres facturan. Hay muchas que lloran porque viven con el agresor, que lloran porque no saben cómo salir de la situación pues no tienen los recursos para hacerlo, que lloran porque sus vidas no son lo que soñaron y por eso han perdido la alegría de vivir. Algunas, ni siquiera tienen el valor de dejar salir la rabia que llevan dentro porque, durante años, han dejado de valorarse y piensan que lo que viven es lo que hay y no más.

Foto de Canan YAŞAR: https://www.pexels.com/es-es/foto/persona-mujer-hecho-a-mano-elaboracion-6196273/