Por: Elvira Mieles

Lo que vivimos en estos momentos es algo que nunca antes se había visto en la historia de la humanidad.

Un virus capaz de hacer temblar a los seres humanos de todo el planeta sin distingo de raza, condición social, género o creencias religiosas.  Un virus que nos ha hecho mirar de frente nuestra humanidad y nuestra mortalidad. Que nos ha hecho entender que nuestras acciones tienen consecuencias y afectan a los demás. Que somos vulnerables. Que debemos cuidarnos para cuidar a nuestro prójimo.

Desde que todo comenzó me he hecho dos preguntas:

¿Qué me enseña el Covid – 19?

¿Qué aprendo de esta situación?

Desde antes que se convirtiera en pandemia, ya se evidenciaban las repercusiones económicas en todo el mundo. De igual forma, el medio ambiente ha tenido un respiro de los estragos causados por la mano del hombre.  Esto me ha llevado a reflexionar sobre la manera como hemos conducido la economía global y las nuevas (y no tan nuevas) opciones que podemos adoptar a partir de ahora.

Es el momento de pensar en economías locales que no dependan de productos traídos desde lejos sino comercializar productos y servicios de la región y fortalecer economías que tengan en cuenta a las personas, que promuevan el desarrollo sostenible y respeten el medio ambiente.  Podemos aportar comprando en negocios pequeños y de esa manera contribuimos con la calidad de vida y el bienestar de nuestro entorno, de la sociedad y hasta del mundo. Las grandes empresas no necesitan nuestra ayuda, las Pymes sí.

Seamos artífices de una sociedad más solidaria, equitativa e incluyente, que busca nuevas formas de convivir, producir y consumir; entendiendo que nuestras acciones siempre dejan huella y que somos uno con la naturaleza.

Somos arte y parte de la naturaleza.

Es momento, también, de mirar hacia nuestro interior y revisar cuál es el aporte que estamos dejando al planeta y a la humanidad. Un pequeño gesto, una palabra cálida, escuchar con compasión, reciclar, usar cada día menos plástico, ahorrar el agua… en fin. Porque el medio ambiente somos todos: el planeta, los animales, las plantas y los seres humanos. Hacemos parte del sistema, no estamos por encima de él.

Esta situación me recuerda que estamos de paso en este mundo y que podemos vivir con lo esencial. Un equipaje liviano es suficiente. Los adornos, los lujos son innecesarios y añaden peso a la maleta de la vida. Acumular bienes materiales nos hace sentir que tenemos el control sobre algo, cuando en realidad esas mismas cosas son las que nos controlan.  Honestamente, todo esto refuerza mi idea: no tenemos el control de nada. Aunque en nuestra soberbia creemos que podemos controlar, incluso, a la muerte.

Seamos humildes, dejemos que la situación fluya, confiemos en Dios (o en quien creas) y pasará lo que tenga que pasar. Vivamos el presente, es lo único que tenemos. El pasado ya no existe y el futuro es incierto. Por más que intentemos controlarlo, no lo conocemos. Tan poco, que muchos de nosotros teníamos planes para esta semana y mira en la que estamos.

Una semana antes de iniciar la cuarentena tuve una revelación: estaba más atenta a las personas de afuera que a mi propia familia. Gracias al Covid – 19 he tenido la oportunidad de poner en práctica mi propósito de ser más dedicada, determinada y disciplinada para estar con ellos con amor y agradecimiento. Seguramente, si esto no hubiera sucedido el reto sería aún mayor.

Creo que el nuevo virus trae un poderoso mensaje: todos somos hermanos y por eso es momento de cuidarnos para cuidar a los demás.