Por: Adriana Parada
Ella se llama Valentina. ¡Emily Valentina! La princesa de nuestras vidas.
Hija te escribo estas breves letras hoy, un día después de tu cumpleaños, pues no debo dejar pasar por alto la inspiración que me anima.
Te amo hija, te amo de verdad.
Te miro y me sorprendes, eres tan dulce tan especial, eres muy hermosa y eres un gran huracán.
Me asusta verte crecer tan rápido, me da nostalgia sentir que poco a poco empezarás a no depender más de mí. Pero en el fondo me encanta que seas libre, independiente y que quieras vivir.
Sabes, hay momentos en los que me dices mamá, como 200 veces al día, y siento que me vas a enloquecer, pero escucharte decir mamá tantas veces me llena de alegría y saber que soy tu mamita me encanta más todavía.
Te recuerdo, te recuerdo mucho desde antes de nacer siempre activa, siempre viva.
Ese día en el que sabíamos que vendrías, la mañana estaba soleada y cálida. No fue, sino hasta la noche, que pude ver tu mirada. Llegaste al mundo de una forma muy particular; eso sí, fuiste muy puntual (tal y como lo indicaban las ecografías, esas que aún guardo para recordar que una vez tu y yo hemos estado muy unidas).
Llegaste, y a la mañana siguiente tu papá fue a vernos. Hija le robaste el corazón, te miro y por un instante tuve la sensación de creer que se había reconciliado con el mundo, con la vida.
Te veo crecer y mirarte en el espejo. Te siento segura y eso me gusta. Eres eso que a mí me costó siempre ser y en silencio te admiro, admiro la forma en que te paras frente al espejo y cuidas cada detalle de ti, amo tu mirada esa mirada expresiva que habla por ti cuando tu no lo quieres hacer, amo esos ojos grandes vivaces y bellos, amo tus crespos cabellos tu sonrisa tan especial tu color tan natural.
Eres tan única y tan hermosa, eres eso que yo siempre quise ser.
Te veo jugar, te veo cantar te veo saltar de aquí para allá, preguntándome si en algún momento te cansaras.
Mi niña, no sabes: ¡qué lindo es! cuando dices que eres muy afortunada por tenernos a nosotros como tus padres.
No logro entender por qué te demoras 40 minutos bañándote.
Tienes tantas cosas por hacer: viajar por el mundo (dices tú que nosotros te vamos a acompañar); ser modelo, diseñadora, ser una gran deportista y sobre todo quieres ser tú quien proteja a todos los animalitos que se encuentren en la calle abandonados (aún no entiendes por qué no soporto los bichos, si según tú son seres vivos que hay que respetar).
Me encanta que ames la vida. Sí, tú de vez en cuando te desanimas; pero vives en tu mundo feliz y orgullosa porque Princesa, Atena y Motitas te cuidan. ???
Dices que hay que tenerle paciencia a Tato, pues ya es un pobre gato que se está haciendo viejo y por eso no sabe lo que hace. Y Gomelo, ese Gomelo te robó el corazón (pero hija, por favor, entiende ese gato no es mi nieto… La sola palabra me da escalofríos ????). Lo amas y lo cuidas de una manera tan especial que me parece que ese pintoresco animal responde a tus afectados al ronronearte, buscarte y abrazarte (siempre creí que los gatos no eran así).
Hija te amo, y sabes, el rudo de tu papá se derrite cada vez que le recuerdas que tú y el son almas gemelas. Tú, eres la princesa de su vida, eres su motor, su energía.
Hija, con todos mis defectos, mis errores y virtudes te amo. Tengo miedo de ver el tiempo pasar, de verte crecer tan rápido y, no sé, que tal vez un día me dejes de querer. Pero como el tiempo es relativo te amo aquí, en este instante, en este momento atesorando para mí todos nuestros momentos. Hija, si un día creces, eres adolescente o quizás ya seas adulta y por alguna razón estés enojada conmigo, lee esta carta donde te digo lo mucho que te amo.