Por: María Empera Balaguera M.
En la cabecera municipal de un lugar, muy distante de las diferentes clases sociales, se dieron cita los árboles, el tambor y el lápiz. La conversación giró en torno a la educación y la decadencia de valores éticos y morales en todas las esferas sociales y como esta se ha visto afectada.
Uno de los árboles, el más ostentoso, presumiendo de poder, exclamando a gran voz dijo: ¡qué le ha sucedido a nuestra sociedad que carece de educación!, si la sociedad cambia ¿es necesario que también cambien los valores?, hoy pareciera que se es más feliz haciendo el mal o, lo que es peor, no se sabe diferenciar entre el bien y el mal; no hay respeto por la vida; tampoco se vive en armonía y mucho menos como comunidad.
Con gran asombro interrumpe el tambor diciendo: ¿tú?, poderoso, que desde tus orígenes tienes tu historia. Mítico, religioso y simbólico, ¿preguntas y te sorprendes por el estado de esta sociedad? Tú, que tienes la potestad de elevarte entre todos, que has sido colocado en el centro del universo, que tu gran follaje expresa movimientos de libertad ¿desconoces el motivo de la corrupción, la deshumanización, la violencia y el egoísmo?
¡Estoy maravillado en gran manera!, replicó el lápiz. Quiero que sepan que desde mi origen he dado vida a múltiples pensamientos, movimientos e ideologías que a través de narraciones, cuentos y discusiones; se transmite el conocimiento, las creencias y los valores que encierran el tema de nuestra conversación. Letra tras letra, colección tras colección y tiempo tras tiempo, he sido testigo de la educación, normas de cortesía y hábitos de socialización que se imparte como formación.
Árboles y tambor dieron un giro hacia el lápiz, atónitos y perplejos de tan gran declaración. ¿Cómo es que existe tanto odio en la sociedad?, preguntaron los arboles. ¿Cuál es nuestra responsabilidad para salvar a esta humanidad?, preguntó el tambor.
¡Herramientas, las tenemos!, replicó el lápiz. ¡Convoquemos a la familia!, respondieron los árboles. Y… ¿si empezamos por nosotros?, con voz firme, pero convincente el tambor manifestó. No será una tarea fácil, pero lo podemos intentar. Esa fue la conclusión que acordaron en tan importante reunión. Al movimiento de los árboles, al sonar de los tambores, proclamáremos con poder y libertad, la importancia de la educación.