Autora: Elvira Mieles

A lo largo de la historia de la humanidad han sido los hombres, en su mayoría, quienes han definido lo que significa ser mujer. Son ellos quienes han determinado, desde su perspectiva, lo que somos. Tomás de Aquino aseguró que “la mujer es un hombre fallido”. Definiciones como esta y otras, en las que ponían en duda la humanidad de la mujer, se han presentado desde Aristóteles hasta hace unos pocos años atrás.

Por supuesto es importante reconocer que también hubo hombres que defendieron a las mujeres y consideraban que era necesario escuchar su voz. En el siglo XVII el escritor Poullain de la Barre aseguró: “Todo cuanto sobre las mujeres han escrito los hombres debe tenerse por sospechoso, puesto que son juez y parte a la vez”. Era partidario de dar acceso a las mujeres a la educación “como remedio a la desigualdad y como parte del camino hacia el progreso que responde a los intereses de la verdad”. En el siglo XVIII, Diderot, entre otros, se propone demostrar que la mujer es un ser humano, igual que el hombre.

Leer esto, como mujer, resulta incomprensible. Porque antes que mujeres, somos seres humanos. Pensar que alguna vez se dudó de la humanidad de las mujeres me hace pensar en el largo camino que hemos avanzado.

Todo eso me hace reflexionar en qué significa para mí ser mujer, sobre todo, qué significa ser Mujer Vital.

La principal característica de la Mujer Vital es la gratitud.

Ser Mujer Vital es estar agradecida por cada instante que Dios me regala.  Es ser consciente de mis capacidades, de mi inteligencia, de mi afectividad. Es estar en búsqueda permanente, establecer mi espacio, reconocer mi propio cuerpo y vivir en él con dignidad, honrándolo, cuidándolo: agradeciendo las cualidades, escuchado sus advertencias y reconciliándome con aquello que me incomoda. Ser Mujer Vital es estar presente y consciente del aquí y el ahora; ser responsable de mis actos y mis palabras, usar la intuición y la percepción que me regaló la naturaleza, percibir el sonido de mis propios ritmos internos y armonizarme con mis ciclos.

La Mujer Vital está atenta a las oportunidades, por ello mantiene sus ojos bien abiertos para descubrir esa fuerza misteriosa que trae consigo ideas, imágenes, detalles especiales. Al reafirmar la relación con la vitalidad, renace una observadora interna permanente, florece su vida creativa, sus relaciones se vuelven saludables ya que esta mujer vital tiene capacidad de escucha, imaginación; es gestora de ideas, de proyectos; es intuitiva, segura de sí misma y vive una existencia plena.

Las mujeres vitales se apoyan unas a otras, reconocen en sus congéneres a unas aliadas con las que pueden construir una mejor sociedad para ellas y para quienes les rodean.

Son personas valientes, arriesgadas, que se preocupan por su salud y su bienestar, dedican tiempo a la ensoñación, a la reflexión, a la fantasía. De la mano de su niña interior.

Su tiempo está enfocado en la obra de su propia vida porque es consciente de su importancia dentro de la sociedad y entiende que cuando se conecta con su esencia:

  • Fortalece su ser interior.
  • Vive en el aquí y el ahora.
  • Suelta cargas.
  • Reconoce su valor.
  • Construye relaciones desde la asertividad.

Una Mujer Vital reconoce que en el camino hay tropiezos, incluso caídas; sin embargo, sabe levantarse con valentía, esa que impulsa a seguir la travesía con amor, identificando la luz y las sombras (que hacen parte de la esencia de cada persona) y son las compañeras en los retos que se presentan en la vida. Entiende que cada emoción que aflora es la fuente de energía que motiva a alcanzar sueños, a escapar cuando es necesario y a afrontar situaciones que parecen insostenibles.

¿Qué significa para ti ser una mujer vital?