Por: Elvira Mieles

Las mujeres llevamos una carga por el solo hecho de haber nacido con vagina. Es bueno recordar que ha habido, y aún hay, mujeres cuyas vidas fueron cegadas por tener conocimientos que los hombres ignoraban y, por lo mismo, tildadas de brujas, de hechiceras, de herejes. Cuántas mujeres en el anonimato que hicieron descubrimientos valiosos para la ciencia y fueron quemadas por miedos infundados.

Comienza la introducción del libro La bruja de Jules Michelet con una frase de Jakob Sprenger, uno de los autores del Malleus Maleficarum, dicha antes de 1500: «Hay que decir la herejía de las hechiceras y no de los hechiceros. Estos tienen poca importancia».

Una de las inquietudes que he tenido desde hace ya un buen tiempo es ¿por qué le tenemos más miedo a las brujas que a los brujos? Incluso en el cine, el brujo es la representación del bien y la bruja, la del mal.

Miles de mujeres europeas fueron quemadas en la hoguera, en una proporción de diez a uno con respecto a los hombres. Curanderas, comadronas; las mujeres fueron durante muchos años quienes atendían a los enfermos y a las parturientas. Recolectaban plantas y conocían el uso curativo de las mismas; por lo cual los habitantes de las comarcas acudían a ellas con el fin de aliviar sus dolencias o ayudar a las mujeres en la hora del parto.

El antes mencionado Malleus Maleficarum, en latín Martillo de las Brujas, fue un manual para inquisidores escrito por dos frailes dominicos: Heinrich Kramer y Jakob Sprenger. Este manuscrito es evidentemente misógino. En él se encuentran frases como: «Las mujeres son más crédulas, más propensas a la malignidad y embusteras por naturaleza». «Cuando la mujer piensa sola, tendrá diabólicos pensamientos». «El pecado que nació de la mujer destruye el alma al despojarla de la gracia y entrega el cuerpo al castigo por el pecado». «La mujer es un enemigo quejumbroso y secreto».

Aunque ahora puedan parecer frases sin sentido, en ese momento fueron tomadas tan en serio que las mujeres superaron en número a los hombres acusados de brujos. A estas supuestas hechiceras las torturaban clavándole agujas en la piel, las acostaban en el potro tirándolas de las extremidades en direcciones opuestas ocasionando dislocaciones y todo tipo de tortura espantosa utilizada en la época.

Tuve la oportunidad de ir a un museo de tortura de la Edad Media en Carcasona –Francia y, aunque ya están oxidados y viejos, los instrumentos que usaban para sacar información realmente dan miedo. No alcanzo a imaginar lo que vivieron tanto las mujeres como los hombres que fueron sometidos a esto.

Empecé escribiendo este artículo como un ejercicio histórico; sin embargo, en la medida en la que iba leyendo e investigando empecé a sentir cada vez más compasión por esas mujeres que fueron injustamente acusadas, enjuiciadas y torturadas y a quienes llamaron brujas solo para justificar las atrocidades cometidas contra seres humanos de sexo femenino que tenían un conocimiento especial de la botánica, sus propiedades y cómo usar las plantas como medicina para curar enfermos.

Bruja, sibila, vidente, imaginativa, creadora, hechicera, soñadora. Clarissa Pinkola le llama la Mujer Salvaje. De eso tenemos un poco las mujeres. Unas más que otras y no porque esas otras carezcan de las cualidades necesarias para ello, sino porque ellas mismas se lo han negado.

Que este y todos los 31 de octubre se conviertan en un homenaje a esas mujeres que fueron llevadas a la hoguera injustamente. En muchos casos, por represalia o por la imaginación de un niño que contaba que la había visto volar. También por los hombres que, por apoyar a las mujeres, fueron acusados, torturados y enjuiciados.

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